lunes, 19 de noviembre de 2012





Este viaje comienza hace mucho tiempo…
Desde pequeño siempre me imaginaba viajando a África, cruzando sus junglas, admirando sus puestas de sol, conociendo sus gentes y sobretodo viendo animales, muchos animales. Entre ellos siempre destacaban por encima del resto los gorilas. Supongo que es algo que nos pasa a todos después de ver “Gorilas en la niebla”…yo no quería que quedase solo en mi imaginación y me prometí a mi mismo que algún día yo también estaría allí. Soy de los que ven los documentales de la 2.
Después de plantearme el viaje durante varios años y al final cambiando de destino, en Mayo de 2012 tenía claro que este debía ser el año y contrate con Kananga el viaje. (pulsar para ir a su página)
Nos llovió casi cada día, a pesar de que Javier, nuestro guía, no paraba de repetirnos que a él nunca le llueve. No pasa nada; llovió cuando tenía que llover.
Viajar en camión parecía que iba a ser algo incomodo y en cambio fue de lo más gratificante: vista panorámica del paisaje de 360º, música, conversaciones, bebida y un gran grupo nos acompañaron durante todas las horas en las que estuvimos dentro. Incluso, apostaría, que algunos ya echan en falta el "african massage" de las carreteras ugandesas.
Uganda es un país que a nadie deja indiferente, sus colores, su amable gente con una permanente sonrisa en la boca, sus niños, que llevan el ritmo en la sangre y no paran de bailar.
Por mucho que te vacunes no te vas a librar del mal de África (no lo transmiten los insectos). Si estas planeando ir ten cuidado. Posiblemente lo contraigas y estarás perdido. Ya no podrás pensar en otro destino sin tener dudas antes de si no sería mejor visitar algún otro rincón del continente africano…
En cuanto a la logística, Kananga, cumplió con todas las expectativas que habíamos puesto en ella como empresa organizadora de viajes. Incluso las superó. Las cuatro personas de la agencia (chofer, cocinero, ayudante y guía) se ocuparon de hacernos mejor el viaje e hicieron todo lo posible por hacernos sentir como en casa, pero viviendo una aventura.
Hoy estoy seguro que encontramos todo aquello que fuimos a buscar: naturaleza, fauna, gentes, vivencias y algo en lo que no pensábamos a priori y que, al menos para mí, fue una grata sorpresa: grandes compañeros de viaje.
Los días de transito entre parques circulábamos por caminos plagados de gente. Iban y venían a ambos lados de las pistas de tierra, manteniendo con ejemplar destreza sus cargas en las cabezas. Muchas veces los bultos más grandes que ellos mismos. Siempre había alguna parada para reponer suministros, pues en el camión la cerveza duraba poco. Cosas de África supongo…
Dentro de los parques nacionales paraba la música y comenzaban a sonar nuestros particulares tantanes; empezaba el safari y con él el sonido de los obturadores de las cámaras que no tenían descanso. Búfalos, antílopes, jirafas, elefantes, hipos, leones, toda clase de aves, etc. se dejaban fotografiar con paciencia africana...miles de fotos han vuelto en nuestras tarjetas. Este blog da fe de ello.
Por las noches siempre había una hoguera donde, después de cenar, contábamos nuestras historias. Alrededor de un fuego todo mejora y los cuentos y risas se magnifican. O quizás fuese gracias a la ayuda de la Amarula (pulsar para ver video).
Después de cruzar los parques nacionales de Kidepo, Murchison Falls y Queen Elisabeth, cada uno con su fauna y paisaje diferente, llego por fin el gran día. Aunque ello significara el final del viaje y la vuelta a casa, y todos deseábamos que se retrasara lo máximo posible, tenían que llegar los gorilas. 
Cruzamos la frontera de la Perla de África, y ya en Ruanda nos dirigimos al Parque Nacional de los Volcanes. En el camino pudimos ser testigos del considerable desarrollo de las infraestructuras (carreteras, edificios, parques,…) de Ruanda en comparación con las de Uganda. Inversiones realizadas con las aportaciones de países avanzados y motivadas quizás por la vergüenza que deben sentir estos países por haber permitido que el terrible genocidio sucediera hace apenas unos años. Un millón de muertos en tres meses es el precio que tuvieron que pagar para que alguien se fijara en ellos.
¡Y qué contar sobre el trekking con los gorilas! Pues que hay que vivirlo para poder experimentar las sensaciones que cada uno de los 8 integrantes de nuestro grupo y del resto de los 16 compañeros de viaje hemos guardado en nuestra memoria. El tenerlos tan cerca, el saber que son tan pocos, que una madre te muestre a su cría, que un espalda plateada se siente a tu lado….bien vale su precio, al menos una vez en la vida. Nuestro grupo visitó la familia de gorilas llamada Amahoro (La Paz).
En Uganda todo pasa a un ritmo más despacio; traer 17 bebidas una a una a la mesa es parte del encanto africano. Quien sabe, pero igual echaré ese ritmo en falta cuando vea a un camarero con 20 platos en un brazo y corriendo por un bar. Pensaré “Pole Pole” (despacio, despacio en idioma swahili).
Antes de comenzar cada excursión, el guía y los rangers nos decían que lo único que debíamos  dejar atrás eran nuestras huellas y que lo único que podíamos llevarnos del lugar eran nuestras fotos. Sin embargo, ahora puedo decir que me he llevado algo muy valioso de Uganda y Ruanda: la amistad de todos mis compañeros de viaje. Eso es algo que no siempre sucede y que convierte un buen viaje en uno excepcional. 
Siempre digo que viajar es pagar por recuerdos y que a quien tiene mala memoria no le sale rentable. No obstante, después de este viaje he de rectificar porque me he dado cuenta de que también sirve para conocer gente. Amigos, que se van a encargar de recordarte todo lo que habéis vivido juntos. Así que…. ¡los que tienen mala memoria ya no tienen excusa para no viajar!